Remover suciedad proteica
La eliminación de suciedad e incrustaciones por proteínas necesita la selección y aplicación de productos químicos específicos diseñados para disolver y desprender estas acumulaciones. Estos productos suelen contener compuestos surfactantes y agentes quelantes que actúan en sinergia para descomponer las proteínas y desalojarlas de las superficies.
Todo proceso de limpieza comienza con la identificación del tipo de suciedad, y en este caso, si es ésta es efectivamente una proteína. A menudo provienen de alimentos como huevo, carne, leche, sangre o productos lácteos. Si no se conoce el origen, se puede probar su solubilidad en agua: si la mancha comienza a disolverse o se vuelve más pegajosa, es una indicación de que podría tratarse de proteína.
Identificar el tipo de proteína y la superficie a tratar permite seleccionar el producto adecuado para la tarea. Esta no es una tarea fácil, ya que además de identificar la suciedad, es necesario conocer cómo cada producto reacciona ante diferentes superficies y materiales, teniendo en cuenta además qué niveles de desinfección necesita (un proceso diferente al de la eliminación de suciedad).
Una vez elegido el producto adecuado, se utiliza según sus instrucciones y diluciones y tiempos de exposición recomendados. Luego se necesita un enjuague exhaustivo para eliminar tanto los residuos proteicos desprendidos como el producto químico remanente.
Como siempre, es esencial llevar a cabo este proceso de forma segura, con equipos de protección personal y siguiendo las instrucciones del etiquetado. La efectividad de este proceso radica en la capacidad de los productos para alterar las interacciones químicas y físicas que mantienen unidas las incrustaciones proteicas, lo que facilita su remoción sin comprometer la integridad de las superficies.
Remover suciedad proteica
La eliminación de suciedad e incrustaciones por proteínas necesita la selección y aplicación de productos químicos específicos diseñados para disolver y desprender estas acumulaciones. Estos productos suelen contener compuestos surfactantes y agentes quelantes que actúan en sinergia para descomponer las proteínas y desalojarlas de las superficies.
Todo proceso de limpieza comienza con la identificación del tipo de suciedad, y en este caso, si es ésta es efectivamente una proteína. A menudo provienen de alimentos como huevo, carne, leche, sangre o productos lácteos. Si no se conoce el origen, se puede probar su solubilidad en agua: si la mancha comienza a disolverse o se vuelve más pegajosa, es una indicación de que podría tratarse de proteína.
Identificar el tipo de proteína y la superficie a tratar permite seleccionar el producto adecuado para la tarea. Esta no es una tarea fácil, ya que además de identificar la suciedad, es necesario conocer cómo cada producto reacciona ante diferentes superficies y materiales, teniendo en cuenta además qué niveles de desinfección necesita (un proceso diferente al de la eliminación de suciedad).
Una vez elegido el producto adecuado, se utiliza según sus instrucciones y diluciones y tiempos de exposición recomendados. Luego se necesita un enjuague exhaustivo para eliminar tanto los residuos proteicos desprendidos como el producto químico remanente.
Como siempre, es esencial llevar a cabo este proceso de forma segura, con equipos de protección personal y siguiendo las instrucciones del etiquetado. La efectividad de este proceso radica en la capacidad de los productos para alterar las interacciones químicas y físicas que mantienen unidas las incrustaciones proteicas, lo que facilita su remoción sin comprometer la integridad de las superficies.
